OTRO
VASO DE TU NIÑEZ
(Bilingual Version/Spanish-English)
A
la memoria de mi madre Francisca Barras Talledos
1
En
una esquina de la casa me nacieron tus ojos y tu cuerpo.
Mi
padre dice que fue junto a las brazas, y las alas de la cocina.
Desde
ese rincón me soltaste para dar mis primeros pasos hacia las ciudades.
Desde
ese sitio secreto para los labios del mundo bebí de tu pecho.
En la
vecindad los otros niños dejaron de jugar en los charcos,
y la
hierba estreno nuevo domicilio en las banquetas y las alcantarillas.
Fui
el último de una mata de cuatro hijos, el pequeño en tus recuerdos.
En un
cementerio que ya conocías enterramos el tiempo y tus hilos,
enterramos
lo que teníamos de ti los tres,
y
ahora dejo mi aliento en el invierno de una ciudad que se levanta mientras
corro,
mientras
en otra ciudad mi padre vacila y mi hermano no te encuentra
sentada
silbando sola en el bosque de tamaridos de sus propios recuerdos.
Me
divertía buscar piedras rojas y redondas en el patio de la nuestra casa,
porque
tu voz observándome sonaba a enojo y
arenales.
Madre
desde tu espalda muda ví al río jugar con los ameneceres.
Me
gustaría otra vez la música de tu cintura en los desiertos del miedo.
Me
gustaría otra vez un vaso de tu niñez.
Madre
yo te visito desde mi casa de
espera y de libros.
Yo te
visito a altas horas como el ciervo
al agua.
No
voy más allá de mi rostro y de
prisa por la nieve.
No
salgo de está burbuja de estar en la que vivo.
Madre
extiende los dominios de tu risa
en
las ciudades sin latido de tierra y mangales,
en
las ciudades donde el pavimento es rey y la noche no brilla.
2
Hoy
veo la fotografía donde a tu rostro le hace falta sol.
No
posabamos en el lado equivocado de la vida.
Madre
estabas tan delgada que tuve miedo de abrazarte.
Llena
de madrugadas sin poder cerrar los ojos.
Cuando
la muerte venga soplándome al oído
los
colores de pétalos salvajes ya estaré lista
sin
ningún cabo que me sujete.
Cuando
la muerte venga ya estaré lista.
Madre,
ya no buscas un buen tomate
entre
los gritos de va el golpeee y el olor del pan en el Mercado.
Cómo
sobrevive la casa sin tus deberes, sin tu música.
Tu
muerte esta hecha de trastes,
bolsas, servilletas
veredas,
solares, trenes, puentes, estaciones
de
hijos, y hermanos que se quedan.
Madre,
nos pedías enterrar tus pasos en un sitio bueno,
entre
las sombras de los huizaches.
Nos
pedías el pueblo de tus primeras palabras
y
hasta en tu muerte no te pudimos.
3
Cuando
salgo a la calle y paso autos y vitrinas
pedaleo
mi bicicleta en el vacío.
Cuando
tu nieto sube al autobús y no se despide.
Si un
pedazo de nube se atora en la ventana hablo contigo.
Yo
también salgo con mis pasos extranjeros.
Yo
también salgo sin mi alma a contemplar el mundo.
Soy
el otro que no fui en mi ciudad lejana.
Madre
he andado y desandado las rutas
de
las cosas que me rodean desde la infancia:
He
atado mis raíces a los cimientos de nuestra casa
no
cedo y no caigo en los segundos.
Viajo
como tu madre envuelto en los diálogos
de
las ciruelas y los arroyos.
Madre
pienso en aquellos cuentos a altas horas
Próximos
al café y las llamas.
Hablaste
de tu llegada y los primeros hijos
que
te pusieron a parir y a enterrarlos sin conocerlos.
Desde
muy temprano aprendiste a escribir
gritos.
4
Poco
a poco fui conociendo a tus difuntos:
el
tío Abel la tía Evelia.
Ellos
me contaron historias con disparos
donde
más de uno perdió la vida.
Otras
eran historias de ahogados niños,
de
mujeres jóvenes distraídas que ignoraron
la
fuerza de las aguas transparentes y tibias.
La
que todavía anda en mi memoria,
es la
historia del Santero
muerto
a pedradas en un páramo hermoso.
Era
un paisaje de yeso y sangre ese día domingo
en
que los ladrones lo mataron.
No me
cansa tampoco la historia
De Pepe
Neri el bicho raro del pueblo,
maestro
del silbido,
todavía
lo veo pisar
los
lechos de los arroyos desnudo y ausente.
Él
tuvo la misma suerte del Santero.
Madre
entiendo ahora la fe con que ibas al cementerio.
Madre
peleaste sola en los terrenos baldíos
De la
eternidad y te hizo falta la mano de una hija.
5
A mi
madre le gustaban los días de lluvia,
y el
olor de barro en su ventana oscura.
Le
gustaban las cosas que la lluvia decía.
Un
tren de agua era la lluvia,
puros
golpes de distancia.
En su
niñez mi madre cruzó paredes.
Fue
como entrar con los pies desnudos en las llamas.
Hubo
también episodios de sangre y ceniza,
días
de caminar sin el alma puesta
Ella
me contó de los viajes que hizo para curarse
y
construir su terquedad de acahual.
A
Ella nadie le leyó historias, las vivió.
Ignoro
los motivos de Dios, pero estabas en su territorio
de
pozos grises polares,
de
puertas entreabiertas,
de
gotas de fuego que traspasan,
de
unos cuantos pianos desafinados,
y
dientes de león.
Estabas
ya con más de dos pies sostenida.
Madre
espero que la muerte
te
ponga en lugar que tu buscaste,
que
sea real porque Dios
se
ensaña con los débiles y los de buenas intenciones,
escucha
ráfagas y no oraciones,
es
más torpe que ese tejón cruzando la avenida.
6
Tus
enfermedades llenas de tí fieles puntuales
se
escuchaban cuerpo andentro,
como
torcazas ciegas.
Una
de ellas te hizo caer
en el
sueño del que ya no regresaste
a
nuestra mesa en la cocina
a
nuestras luces, y nuestras conversaciones sonoras,
como
el tiempo de limones en el patio inmune de la abuela.
Veo
las paredes de adobe, y me detengo, veo lo que ya no ves:
Estoy
en las manos de mis recuerdos rodando
como
una piedra en la barrancas de mis sueños.
A
veces, tu nieto habla de tí como si a unos pasos estuvieras,
me
pregunta quién va usar tu ropa, tus zapatos,
quién
va a regar las plantas por tí.
A
veces, tu nieto dibuja flores y nadie te las lleva,
dibuja
caminos desde tu tumba.
7
Mi
padre dijo que ya te veías
caminando
en altos pastizales con la tía Evelia.
En
días como esté el pensamiento se abisma,
y uno
no hace otra cosa que contemplar las orillas.
Eras
la liebre sola en los campos de nieve,
entre
los ojos amarillos y nocturnos
de un
dios sin rumbo, pero no te cansabas.
Por
estás tierras nadie sabe de tí y la tarde
en un
cementerio de provincia.
Nadie
sabe que los hombres y mujeres
que
te acompañaron murieron un poco.
Abro
otra vez la mirada,
abro
otra vez la puerta de las respuestas y te llamo:
Hija,
hermana, abuela,esposa, tía de medio mundo.
Los
hombre y mujeres que te cargaron tenían alas.
Madre
no pude estar contigo junto a tu cama,
pero
en las pisadas del cuervo en la nieve
reconozco
la profundidad de las cosas
que
nos acercan y nos separan.
Estaras
contenta madre.
Ya no
eres el ave si no el vuelo.
ANOTHER
GLASS OF YOUR CHILDHOOD
To the memory of my mother Francisca Barras Talledos
1
In a corner of the house I
was born to your body and your eyes.
My father said that it was
among coals and the wings of the kitchen,
from that corner you released
me to take my first steps toward cities,
from that place secret to the
lips of the world I drank from your breast.
In the neighborhood other
children stopped playing in puddles
and the grass found a new
home in sidewalks and sewers.
I was the last of a branch of
four sons, the small one of your memories.
In a cemetery that you
already knew we buried time and your threads.
In that cemetery we buried
what we had in common with you.
Now I am leaving my breath in
the winter of one city that rises while I run,
while in another city, my
father hesitates and my brother does not find you
seated whistling alone in the
tamarind forest among his own memories.
I amused myself looking for
round red stones in our yard
because your voice watching
me sounded of anger and sand.
Mother from your mute back I
saw sunrises play with the river.
I would like the music of
your waist in the deserts of fear again.
I would like a glass of your
childhood again.
Mother I visit you from my
house of waiting and books.
I visit you at high hours
like the deer visits water.
I don’t leave this bubble of
existence in which I live.
Mother extend the dominion of
your smile
to the cities without the
beating of earth and mango trees
to the cities where pavement
is king and the night does not shine.
2
Today I see the photograph
where your face lacks sun.
We were not on the wrong side of life.
Mother you were so thin I was
afraid to embrace you
Mother so full of nights
unable to close your eyes.
When death comes blowing the colors of wild petals
Into my ear I will be ready
When death comes I will be ready,
without any ties to hold me
Mother you no longer look for
a good tomato
among the shouts of va el golpeee
and the smell of bread in the
market.
How does the house survive
without your deeds
without your music?
Your death is made of dishes,
bags, napkins
paths, prairies, trains,
bridges, stations
of sons and brothers that
stay.
Mother you asked us to bury
your steps in a good place
among the shadows of acacias.
You asked to be taken to the
town of your first words
and even in your death we
could not find the way.
3
When I go out into the street
and pass cars and window displays
I pedal my bicycle in the
abyss.
I talk to you when your
grandson climbs on the bus and doesn’t say goodbye.
I talk to you if one piece of
a cloud gets stuck in the window.
I also go out with my foreign
footsteps.
I also go out without my soul
to contemplate the world.
I am someone I was not in my
faraway city.
I have walked and unwalked
the routes
of things that surrounded me
since infancy.
I have tied my roots to the
cement of our house.
I don’t yield and I don’t
fall in the seconds.
I travel like you Mother
wrapped
in the dialogues of plums and
streams.
Mother I think of those
stories at high hours
next to the coffee and
flames.
You spoke of your arrival and
the first sons
that you bore and buried
without knowing.
From very early on you
learned how to write in screams.
4
Little by little I got to
know your ghosts:
Tío Abel, Tía Evelia.
They told me stories of
gunshots
where more than one lost his
life.
Others were stories of
drowned children and
distracted young women who
ignored
the power of warm transparent
waters.
The one that still wanders in
my memory
is the history of the Santero
Dead from being stoned in
beautiful plains.
A
landscape of blood and plaster was that Sunday
when the
robbers kill him.
I don’t tire of the story
either
Of Pepe Neri the strange creature of the town
Master of the whistle
I still see him stepping
Naked and absent along the
banks of the stream
with the same luck as the Santero
Mother now I understand
the faith with which you went
to the cemetery
Mother you fought alone in
the vacant lands
Of eternity , without a
daughter’s hand.
5
My mother liked rainy days,
and the smell of clay in her
dark window.
She liked the things that the
rain said.
The rain was a train of water,
a pure pounding of distance.
In her childhood my mother
crossed walls,
it was like walking among
flames with bare feet.
There were also episodes of
blood and ash,
days of walking without the
soul in place.
She told me of journeys that
she took to cure herself,
and to build her persistence
of an acahual.
Nobody read her stories she
lived them.
I ignore God’s motives but
you were in his territory
of gray polar wells with
doors cracked open,
of drops of fire that bleed
through,
of so many untuned pianos and lions’ teeth.
You were already supported
with more than two feet.
Mother I hope that death
puts you in the place you
were looking for
and that it is real because
God
is enraged with the weak and
those with good intentions.
God listens to gunblasts and
not prayers.
Is clumsier than a badger
crossing the boulevard
6
Your illnesses became you,
faithful, punctual.
They could be heard inside
you
like blind doves.
One of them made you fall
in a dream that you didn’t
return
to our table in the kitchen,
to our lights and our
dream-filled conversations,
like the time of lemons in
Grandmother’s immune patio.
I see adobe walls and I stop.
I see what you already don’t
see.
I am in the hands of my
memories spinning,
like a stone down the cliffs
of my dreams.
Sometimes your grandson
speaks of you
as if you were a few steps
away.
He asks me who is going to
wear your clothes, your shoes.
Who is going to water your
plants?
Sometimes your grandson draws
flowers
and no one brings them to you.
He draws paths from your tomb.
7
My father said that he
already saw you
walking in the high prairies
with Tía Evelia.
On days like today thoughts
become abysses
and one doesn’t do anything
but ponder the brink.
You were the lone hare in the
snowfields
between yellow nocturnal eyes
of a god without direction,
but you didn’t tire.
In these lands nobody knows
of you and the evening
in a provincial cemetery,
nobody knows that the men and
women
that accompanied you died a
little.
Again, I open my gaze.
Again, I open the door of
answers and call you
daughter, sister, grandmother,
wife, aunt of half the world.
The men and women that
carried you had wings.
Mother I couldn’t be next to
your bed with you,
but in the crow’s footfalls
in the snow
I recognize the depth of the
things
that come near us and
separate us.
Be content Mother
you are not the bird anymore,
you are flight.
Moises Villavicencio Barras (copyright, 2012).